A finales del siglo VIII, la Tierra fue alcanzada por una potente y misteriosa oleada de radiación
procedente del espacio exterior. Sus huellas, impresas en los anillos de
los árboles de la época, han sido encontradas ahora
por científicos japoneses. El impacto de aquellos rayos cósmicos habría sido
más que suficiente para inutilizar en todo el mundo una buena parte de los
ordenadores y de los sistemas de comunicaciones por satélite. El estudio se
acaba de publicar en Nature.
Las
pistas son muy claras. Hace exactamente 1.237 años, algo muy extraño sucedió en
nuestro vecindario espacial. Algo que provocó un "bombardeo"
de rayos cósmicos de una intensidad nunca vista contra
nuestro planeta. Los restos de aquél evento han quedado registrados en los
anillos de árboles de todo el mundo.
Aunque
muy pocas veces nos demos cuenta de ello, la Tierra sufre de forma constante el
impacto de billones de protones y otras partículas de altas energías
procedentes de fuentes espaciales muy energéticas. El Sol, las supernovas y
otros objetos mucho menos evidentes, como lejanísimos púlsares, quasares,
magnetares y estrellas de neutrones, emiten de forma constante cantidades
ingentes de radiación en todas las direcciones posibles, incluida la nuestra.
Sin embargo, la procedencia de estos rayos sigue siendo desconocida.
Ahora,
en la Universidad japonesa de Nagoya, un equipo de investigadores ha encontrado
en dos cedros milenarios una tasa espectacularmente elevada de carbono-14 (un
isótopo radiactivo del carbono) en los anillos correspondientes a los años 774
y 775 de nuestra era. Lo cual significa que durante ese periodo nuestro planeta
sufrió un intenso bombardeo de rayos cósmicos.
Y
no es el único caso. Otro equipo de científicos, de la Universidad de Queen, en
Belfast, también ha encontrado tasas inusualmente altas de carbono-14 en
anillos de árboles que sugieren un evento cósmico de grandes proporciones
sucedido alrededor del año 770. Su trabajo, sin embargo, no ha sido aún
publicado.
¿Pero qué tiene que ver el carbono-14 con los rayos cósmicos? Cuando
las partículas espaciales llegan a la atmósfera, colisionan y reaccionan con el
oxígeno y el nitrógeno terrestres y crean nuevas partículas, entre ellas
carbono-14, elemento que es absorbido por la biosfera y que deja, por lo tanto,
huellas reconocibles. Por ejemplo, los árboles lo capturan durante la
fotosíntesis y lo fijan de manera indeleble en sus anillos anuales de
crecimiento.
Fue
precisamente así, midiendo el índice de carbono-14 de dos viejos cedros
japoneses, cuando se dieron cuenta de que, en los anillos correspondientes a
los años 774 y 775 había un incremento del 1,2% de ese elemento con respecto a
los demás años. Y aunque un 1,2% puede parecer poca cosa, no lo es si se tiene
en cuenta que la variación anual típica del carbono-14 es apenas de un 0,05%.
De hecho, ese 1,2% supone un incremento masivo en la cantidad de carbono-14
absorbido durante esos años por los dos árboles.
De
inmediato, surgió la pregunta. ¿De dónde vino el bombardeo de radiación del
final del siglo VIII? Las respuestas pueden ser varias. Una posible fuente de
rayos cósmicos es el Sol, cuya actividad, como se sabe, varía en periodos de
once años de duración y que, en ocasiones, nos sorprende con intensas
llamaradas cuyos efectos llegan hasta la Tierra.
La
otra posibilidad para un evento tan poderoso sería la explosión de una
supernova, la muerte violenta de una estrella en nuestro "vecindario"
espacial. Sin embargo, ninguna de estas dos posibles explicaciones convence a
los investigadores. Si el bombardeo lo produjo el Sol, debió de ser durante una
erupción
solar como jamás hemos visto, y de una intensidad tal que resulta casi
inimaginable. Si algo así se produjera hoy en día aniquilaría sin
contemplaciones y de un solo golpe las redes eléctricas y de comunicaciones de
todo el mundo.
Y
si hubiera sido una supernova, deberíamos seguir viendo su brillo,
que puede durar fácilmente varios miles de años antes de extinguirse del todo.
Además, no existen documentos del año 775 que reflejen un acontecimiento que,
si se produjo, debió de llamar poderosamente la atención de los habitantes del
planeta. Investigaciones recientes muestran que, por aquella época, sí que se
produjeron dos supernovas, Casiopea A y Vela Jr.
Pero ambas tan lejos y tan poco potentes que no habrían podido provocar un
aumento masivo de carbono-14 en la Tierra...
Así que, mal que les pese a los científicos, el origen del mayor
bombardeo de rayos cósmicos del que se tiene noticia sigue siendo un misterio.
"Con nuestros actuales conocimientos no podemos especificar la causa de ese evento.
Sin embargo, sí que podemos decir que un acontecimiento
extremadamente energético sucedió en nuestro
entorno espacial alrededor del año 775, sin que la causa fuera una llamarada
solar o una supernova".
En
este sentido, seha encontrado ya un registro histórico, aunque posterior, que
hace referencia al fenómeno. Se trata del cronista inglés Roger de Wendover,
que en el siglo XIII escribió: "En el año de nuestro Señor de 776,
espantosos signos de fuego fueron vistos en los cielos tras el anochecer. Y
aparecieron serpientes en Sussex, surgiendo del suelo, para el asombro de todos"
Vía.ABC.es
Vía.ABC.es
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