domingo, 30 de enero de 2011

El jefe ratonero del Gabinete de su majestad.


Dado su proximidad al Támesis, las estancias de Downing Street siempre han tenido un serio problema con las ratas. Tal ha sido la situación que, incluso desde el reino de Enrique VIII, la corona inglesa ha designado una pequeña cantidad para la manutención de un gato específicamente "empleado" para cazar estos bichos.
Aunque sólo existen documentos al respecto datando a 1929, consta en los registros del Gobierno británico de ese año la autorización al tesorero real para acordar la cantidad de "un penique al día para sufragar los gastos incurridos al mantener un gato eficaz"; los últimos registros asignan una cantidad de 100 libras esterlinas anuales -unos 117 euros- para el "jefe ratonero del Gabinete de su majestad".
Dado que los gatos son considerados funcionarios públicos, rara vez coinciden sus estancias en Downing Street con los mandatos de los primeros ministros británicos. Tanto Peter I (1929-1946) como Peter III (1948-1964) vieron pasar cinco primeros ministros distintos durante sus respectivas carreras como ratoneros oficiales. Sin embargo, el gato que más tiempo pasó en Downing Street fue Wilberforce -nombrado en honor al famoso abolicionista británico-, ratonero entre 1970 y 1988, durante los gobiernos de Edward Heath, Harold Wilson, Jim Callaghan y Margaret Thatcher; la 'Dama de Hierro' le tuvo tanto cariño que le trajo una lata de sardinas moscovitas como recuerdo de su visita de Estado a la URSS.
El sucesor de Wilberforce, Humphrey, fue el más problemático de los gatos de Downing Street. Sin duda fue un ratonero excepcional: un funcionario de la oficina del primer ministro incluso comentó a los medios que las 100 libras anuales que costaban mantener al gato eran infinitamente mejor aprovechadas que las 4000 destinadas a pagar al fumigador profesional de las estancias. Pero, independientemente de sus obligaciones oficiales, Humphrey provocó varios escándalos. El primero, notablemente, fue falso: un periodista del 'Daily Telegraph' publicó una noticia ficticia sobre el asesinato de cuatro crías de petirojo, culpando al pobre gato; el conservador John Mayor negó los cargos en contra del ratonero durante una conferencia de prensa, y el reportero confesó que todo era mentira unos años más tarde.
En 1995 la desaparición del gato llegó a ser un episodio traumático para el país; varios periódicos reaccionaron al anuncio de su aparente muerte con duras condenas de la oficina del primer ministro por no cuidar más de la criatura. Sin embargo, la publicación de su obituario -prematuro- en los diarios facilitó su recuperación: resultó que se había estado quedando en un cercano hospital durante unas semanas, donde los empleados lo habían adoptado, asumiendo que era un gato callejero. Después de ser devuelto a Downing Street, Humphrey emitió un comunicado agradeciendo la atención que había recibido durante sus "vacaciones" y declarándose listo para reasumir sus tareas.
La familia de Tony Blair tuvo menos suerte con el conocido ratonero. Después de mudarse a Downing Street en 1997, la prensa británica hizo eco de las malas relaciones entre el gato y la mujer del primer ministro, Cherie Blair. Declaraciones posteriores de la señora de la casa, sugiriendo que los gatos eran "poco higiénicos" desataron un escándalo público; de nuevo, la prensa británica entro en fase de ataque, y se publicaron gran número de cartas del público en defensa del ratonero del Gabinete. Tal fue la polémica que, pocos días después, el portavoz del Gobierno tuvo que declarar que Humphrey permanecería en Downing Street -"sí o sí"-, y la oficina del primer ministro emitió una foto de Cherie y el gato para promover la idea que todo iba bien en casa. A la larga, la imagen hizo más daño: se conoció unas semanas más tardes que el gato había sido drogado para que no atacara a la mujer de Blair cuando se tomó la foto.
En noviembre del mismo año Humphrey fue "jubilado" -oficialmente por sus problemas de hígado-, y enviado a vivir con una pareja de ancianos en el norte de la ciudad; los conservadores emitieron un comunicado señalando que "Humphrey vivió felizmente bajo ocho años de Gobierno conservador en Downing Street, pero parece que ha preferido irse menos de seis meses después que los laboristas hayan tomado el poder". Entretanto, el diputado conservador Alan Clark denunció la desaparición turbia del ratonero y exigió evidencia que el gato seguía con vida. "Humphrey ahora es un desaparecido", declaró Clark. "A no ser que lo vea publicamente, asumiré que le han dado un tiro". Al final, Blair tuvo que autorizar la vista de periodistas a la nueva casa del gato para demostrar que seguía con vida; en efecto, el ratonero Humphrey sobrevivió hasta 2006.
Con la toma de poder de Gordon Brown, Sybil, el gato del ministro de Finanzas Alistair Darling, fue a vivir a Downing Street; su nombre derriba del de Sybil Fawlty, mujer del neurótico hotelero de la serie británica, 'Fawlty Towers'.
Aunque el retorno de un ratonero oficial fue celebrado por la prensa, el mandato de Sybil fue corto; pocos meses después de su llegada en 2007, el gato se retiró "al campo", supuestamente porque le enervaba el entorno de las estancias gubernamentales. De nuevo, la prensa sospechó que la razón real tenía que ver con descontento humano: al parecer, a Gordon Brown le caía mal.
Al tomar el poder en 2010, el conservador David Cameron no trajo consigo un nuevo ratonero. Aunque inicialmente se indicó que no habría gatos durante su mandato, el nuevo revuelo en torno a la plaga de roedores parece haber cambiado la mente del premier: se ha desvelado que está contemplando adoptar un nuevo funcionario de un centro de acogida de animales cercano. Queda por ver si el felino que elija tenga mayor suerte que los últimos dos, y si el gato sea bueno para la imagen pública del Gobierno; en todo caso, ya hay perdedoras claras en el asunto: las ratas de Downing Street.


Vía.Elmundo.

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