domingo, 9 de enero de 2011

La Mata Hari española.


Una vida apasionante que acabó en una espiral de delirio megalómano y muerte. Así se nos presenta la novela 'Sangre Azul, Vida y delirio de Margarita Ruiz de Lihory', de Cándido Polo.
Una mujer de espíritu rebelde que "hizo con su vida lo que quiso, defendiendo su libertad aunque de manera atropellada y atropellando" a quien se interpusiera, así es como su autor la define.
Después de una intensa vida marcada por el lujo, la excentricidad y las aventuras (tanto amorosas como a nivel de experiencia vital) Margarita, una dama de la alta sociedad, saltó a los tabloides de la sección de sucesos cuando, en 1954, se convirtió en la principal sospechosa del que fue conocido como 'el misterio de la mano cortada'.
Todo empezó cuando su hijo menor Luis acudió a la policía y les convenció de que su madre había hecho "algo terrible al cadáver de su hermana" Margot, fallecida días antes por una extraña enfermedad (se le atribuyó leucemia). Con la exhumación del cuerpo se abrió "la caja de los truenos": el cuerpo había sido profanado. Le habían cortado la mano derecha, sacado los ojos y extraído la lengua y el vello púbico.
Tras el registro a su casa, la mano fue encontrada en un tarro de cristal, junto con otros tarros con vísceras de animales. Inmediatamente Margarita y su marido fueron internados en un psiquiátrico, comenzando uno de los juicios más largos y oscuros de la historia reciente de España.
La razón por la que decidió amputar el cadáver de su hija se lo llevó a la tumba. Se atribuyó a que quería conservar una reliquia de Margot, a la que consideraba santa y por la que sentía devoción.
Fue una de las primeras mujeres en España en divorciarse y a partir de ahí desempeñó toda su habilidad en las relaciones sociales para establecer su imagen muy próxima a las altas esferas de poder de la primera mitad del siglo XX. "Su delirio megalómano y los elementos psicopatológicos fueron el motor de su psicomotriz", y fueron los que la llevaron a entablar amistad con Francisco Franco o Miguel Primo de Rivera.
Éste último fue el que decidió enviarla a la Guerra de Marruecos, prestando servicios de espionaje. Fruto de su increíble habilidad para ganarse el favor de los hombres, la llevaron a introducirse en la guarida del mismísimo líder de la Rebelión Rifeña, Abd el-Krim. Se dice que fue en su estancia en Marruecos lo que le permitió descubrir los oscuros rituales de magia negra de la secta de los Yezidi, que tuvieron nefastas consecuencias en el desequilibrio devastador que padeció la última etapa de su vida.
Es entonces cuando se embarca para hacer las Américas. Fue amiga íntima el plutócrata Henry Ford y se declaró discípula de Blasco Ibáñez y Joaquín Sorolla, lo que le permitió introducirse en la farándula de Hollywood y "retratar a los actores de moda, puesto que ella sabía pintar".
Pero Margarita no se conformaba sólo con eso. Tras haber defendido el protofeminismo y participar de la Belle Époque, fue vocal del Consejo Protector de la Infancia. Estuvo comprometida con la causa de la mujer en la Segunda República, antes de colaborar en la clandestinidad con la Quinta Columna de Barcelona durante la Guerra Civil.
Escritora, abogada, periodista, conferenciante, pintora y modelo de artistas; utilizó los títulos de marquesa de Villasante y baronesa de Alcahalí, pese a que éstos correspondían legalmente a su hermana mayor, con la que mantuvo largos pleitos a su retorno de América para obtenerlos legalmente.
Sus contactos entre las altas esferas fueron los que le permitieron prolongar el juicio de la profanación del cuerpo de su hija durante más de 10 años, entre otras cosas por los favores que sirvió para la causa española en Marruecos y por su estrecha amistad con el caudillo. Entre las argucias legales que se utilizaron en el juicio, se razonó que si el generalísimo guardaba como uno de sus tesoros más preciados la reliquia de un brazo de Santa Teresa, por la que sentía devoción, ¿Cómo no iba a hacer lo mismo una madre desequilibrada con su hija?

Vía.Elmundo.es

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