La Conferencia Episcopal de Argentina informó al Vaticano de que los
desaparecidos eran exterminados por la dictadura militar (1976-1983), con
anterioridad al Mundial de Fútbol de 1978, cuando varios países de Europa
quisieron plantar cara no enviando a sus seleccionados como boicot al régimen y
su 'guerra sucia' contra opositores políticos.
Así se desprende de un documento secreto de la Conferencia Episcopal Argentina,
borrador del que fue enviado al Papa Pablo VI, desclasificado por el diario
oficialista 'Página 12',
En ese papel los obispos Raúl Primatesta, Juan Carlos Aramburu y Vicente
Zazpe –todos ya fallecidos- dejaron mecanografiado un resumen del diálogo que
sostuvieron con el dictador Jorge Videla (1976-1981) en la Casa
Rosada. Fue el 10 de abril de 1978 cuando acudieron invitados por el tirano a
una comida en el palacio gubernamental.
Antes de nada los monseñores destacaron que "la reunión se desarrolló
en un ambiente
de cordialidad y sinceridad". Y consignaron que al
preguntar qué suerte corrían los secuestrados y desaparecidos "el
presidente respondió que aparentemente lo más obvio sería decir
que éstos ya están muertos, pero se trataría de pasar una línea
divisoria y decir que han desaparecido y no están".
También le transmitieron a Videla su preocupación porque "nosotros
realmente tenemos que hacer frente" a "las quejas de los familiares
de los desaparecidos" y ante la inminente Asamblea de Puebla "se
pueden hacer cuestionamientos que de alguna manera tendremos que
responder". El "Presidente", contaron, "lo admitió"
pero sostuvo que "no encontraba solución, no hay una respuesta satisfactoria".
No obstante, el obispo Primatesta dejó aclarado que "la Iglesia quiere
comprender, cooperar, que es consciente del estado caótico en que estaba el
país" y que era consciente "del daño que se le puede hacer al
gobierno con referencia al bien común si no se guarda la debida altura".
Sin embargo, ello no libró a la Iglesia de contar con sus propios mártires.
En la matanza de la parroquia de San Patricio, el 4 de julio de 1976, fueron
asesinados el seminarista gallego Salvador Barbeito Doval, de 29 años, y sus
compañeros sacerdotes palotinos Alfredo Leaden, Pedro Duffau, Alfredo Kelly, y
Emilio Barletti.
Y los monseñores Carlos Ponce De León y Enrique Angelelli, obispos de San
Nicolás y La Rioja, respectivamente, murieron en sendos accidentes
automovilísticos. En los últimos años, la Justicia destapó que esos oscuros hechos
fortuitos en verdad fueron ejecuciones de los servicios de inteligencia de la dictadura. También las
monjas francesas Leonie Duquet y Alice Dumon fueron arrojadas vivas al mar
desde los 'vuelos de la muerte'.
Tres décadas después de aquel festín de sangre, Videla ha empezado a hacer
confesiones a algunos periodistas acaso porque va a cumplir 87 años en agosto y
siente su vida discurrir entre las rejas donde cumple cadena perpetua. Primero
dijo que "mi relación con la Iglesia Católica fue excelente, muy cordial,
sincera y abierta". E incluso sostuvo que con Primatesta "llegamos a
ser amigos".
Y también reconoció, por primera vez después de 30 años, que las fuerzas
armadas eliminaron a "7.000 u 8.000 personas". Aunque la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas documentó casi 9.000 casos y los
organismos humanitarios hablan de 30.000 desaparecidos. Sin embargo, el anciano
militar guarda silencio ante el reclamo de los deudos que quieren encontrar los
restos para darles sepultura.
Vía.Elmundo.es
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario